Tulio Ramírez
POR EN MAY 31, 2022
En verdad es difícil comentar con cierto grado de certeza, lo que sucede en otro país y las razones por las cuáles sucede. Pueden haber parecidos no casuales, pero las dinámicas propias imponen un sello de originalidad que hace la diferencia. Inclusive es posible que los sucesos de un país obedezcan a una política global de alineación a una doctrina o una estrategia geopolítica, pero hay aspectos domésticos que hacen que esos procesos sean impulsados por hechos inéditos o sobrevenidos que pueden significar un detonante más efectivo que lo planificado en salas situacionales.
El último proceso electoral en Colombia es muy posible que haya estado atravesado por un guión que se está tratando de imponer desde hace muchos años en la región. Es público y notorio que el Foro de Sao Pablo se ha planteado impulsar los movimientos armados o civiles, agrupaciones partidistas o liderazgos, para conseguir espacios o brechas para hacerse del poder político. Siendo el fin último, una vez tomado el poder, el de lograr las adecuaciones necesarias para perpetuarse en él. Por ejemplo, un referendo para crear una Asamblea Constituyente e hilar una constitución hecha a la medida para enraizarse en el gobierno, ha sido la conducta reiterada una vez asumido el mando por elecciones.
Este guión lo hemos observado en países como Nicaragua, Bolivia y Venezuela. No mencionamos a Cuba por ser una franca dictadura, sin cortapisas o engañifas de ninguna especie. Por supuesto, las particularidades de algunos países en los cuales han asumido el poder partidarios del Foro de Sao Paulo, ha impedido que se haya avanzado en la toma continuada del poder por medio del control absoluto de las instituciones. Es posible que por la idiosincrasia política, la fortaleza institucional, la tradición democrática, la fuerte sociedad civil, hayan enfrentado dificultades para retener el poder más allá de sus respectivos períodos constitucionalmente establecidos para su ejercicio. Es el caso de los Kirchner en Argentina, o Correa en el Ecuador. El caso de Boric en Chile, todavía está en observación. Pasará el tiempo y veremos.
La campaña electoral en Colombia se llevó a cabo en un ambiente de necesidad de cambio, lo que nos hace recordar a las elecciones de 1998 en Venezuela. Por una parte, un sector inmenso de los electores, hastiado de las políticas antipopulares, del discurso uribista y de una economía que, si bien ha sufrido elementos de recuperación, no ha permeado hacia las grandes mayorías; y, por la otra, vastos sectores de la elite ilustrada y de la juventud, cansados de la corrupción y de una sociedad fuertemente estratificada, que sucumbe ante el discurso redentor y demagógico de un exguerrillero que se asume como “vengador” de los más pobres y necesitados.
El esquema ha sido el mismo y se está repitiendo con la candidatura de Lula en Brasil. El costo de tomar decisiones antipáticas, pensando más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones, siempre ha sido muy alto en esta parte del mundo. Si a estos se le unen niveles muy altos de ineficiencia para perseguir la corrupción, sumado al descuido de los gobernantes por no implementar medidas de impacto inmediato que mejoren la calidad de vida de la población, la consecuencia es que la probabilidad de perder el favor de los administrados es muy grande. De allí el fenómeno pendular en la política latinoamericana. Los líderes y partidos conviven en la alternancia por una necesidad de cambio permanente de sus pueblos.
El triunfo en la primera vuelta de Petro, obedece a esa dinámica. Con independencia de los objetivos y recetas planteadas por el Foro de Sao Paulo, son las dinámicas internas, las particulares circunstancias de cada país, las que indicarán hacia donde soplará el viento. El pueblo colombiano, pese a gobernantes que han gozado de enorme popularidad al ascender al poder, no termina de quedar satisfecho una vez culminado el periodo presidencial. Los agudos problemas ocasionados por el narcotráfico, la violencia, la pobreza, los desplazados, la guerrilla y el paramilitarismo han persistido pese a los esfuerzos de pacificación, a las deportaciones y a la mejora de los indicadores económicos.
Es siempre difícil pronosticar en política, pero tampoco todo queda bajo las leyes del azar. Si bien Petro ha capitalizado el descontento hacia los políticos tradicionales, hay una variable que no ha podido controlar, a saber, la impronta de la experiencia vivida por los venezolanos. Colombia ha sido receptora del mayor número de venezolanos que han decidido huir del experimento del Socialismo del Siglo XXI. Son más de un millón setecientos mil venezolanos quienes, legal o ilegalmente, se han asentado en el país vecino, constituyéndose en el ejemplo más inmediato de lo que sucedería de llegar Petro al poder.
No hay que subestimar esa enorme fuerza propagandística, naturalmente opuesta al discurso del candidato del Foro de Sao Paulo. Aunque, como dice el popular dicho, “nadie aprende en cabeza ajena”, el espejo de Venezuela es muy elocuente. Por eso, pienso que, sin soslayar el valor de otras variables internas, la percepción de peligro que irradia un eventual gobierno de Petro, debido al factor Venezuela, puede contribuir a que los sectores opositores se unan en un solo bloque y voten en la segunda vuelta a favor de Rodolfo Hernández. Amanecerá y veremos.